No es suficiente con tener una vista del 100% para decir que tenemos una buena visión. Cada vez que miramos algo, cada uno de nuestros ojos se fija en nuestro punto de interés de forma precisa. Cada ojo envía una imagen al cerebro para que éste realice el procesamiento visual en las áreas cerebrales correspondientes. El córtex visual es el encargado de recoger gran parte de estos impulsos visuales para intentar combinar estas dos imágenes y conseguir sólo una, fusionada. Si ambas imágenes son idénticas se conseguirá una fusión simple, clara y normal.
Esta habilidad se aprende y desarrolla en los primeros años de vida. Los niños nacen siendo monoculares, ambos ojos se “ignoran” y van por separado. Luego pasa por una fase duocular donde empieza a haber una coordinación entre ellos y finalmente se debería de llegar a la binocularidad. Para que ambos ojos fijen un objeto cercano deben de converger coincidiendo en la distancia y posición del objeto donde está situado nuestro interés.
La insuficiencia de convergencia (IC) es la incapacidad de realizar de forma precisa, automática y sostenida este esfuerzo de coordinación necesario de nuestros ojos para desarrollarnos en tareas de cerca. Es una de las disfunciones no estrábicas de la visión binocular más frecuentes, se da en un 5-10% de la población.
Conduce a sintomatología relacionada con la visión próxima como, por ejemplo:
Algunos de estos síntomas son comunes a otras patologías, entre ellas el Trastorno de Déficit de Atención (TDA).
El TDA es un trastorno de neurodesarrollo, con base genética y de naturaleza crónica. Es muy estudiado en psicopatología infantil por su prevalencia (3-5 % en la población general y 10-15% en la población clínica) y porque sus manifestaciones conductuales y cognitivas tienen un gran impacto en el desarrollo del individuo, en su rendimiento escolar, en la vida familiar y en la adquisición de unas habilidades sociales necesarias para adaptarse y desenvolverse en la sociedad. Es un trastorno del cerebro ejecutivo, donde éste es incapaz de controlar (retrasando o inhibiendo) sus respuestas. Convierten a la persona en incapaz para poder mantener y controlar su atención, emociones y conductas.
Al igual que en el TDA, la IC está relacionada con problemas de aprendizaje, concentración y atención. Al no poder coordinar sus ojos en cerca, las personas con IC suelen evitar todas las tareas en esta distancia ya que les resulta un sobreesfuerzo.
Los niños con IC tienen tres veces más posibilidades de presentar déficit de atención e hiperactividad, así que es muy importante realizar un estudio de las diferentes entradas sensoriales de nuestros niños para ver que no hay problemas de visión y/o audición antes de sospechar de la posibilidad de padecer TDA.
Podríamos intentar ponernos en situación:
Imagínese estar en clase, sentado durante mínimo 6 horas diarias, padeciendo vista cansada y sin sus gafas de cerca o con unos tapones en los oídos, interfiriendo así en su visión y audición, las dos vías sensoriales de entrada básicas para el aprendizaje. Enseguida se daría cuenta de lo difícil que es trabajar en clase, mantener la atención y estarse quieto a causa de lo aburrido que puede ser estar en clase, aunque tengas al mejor profesor/a del mundo.
El Aula de Formación Elisa Aribau os recomienda el curso: Abordaje del TDAH en el Aula y el Gabinete. La otra cara del déficit de atención
Raquel Ruiz Noguero