La visita a la edición de este año de ExpoÓptica, que ha vuelto tras la pandemia, ha permitido comprobar la velocidad de los avances técnicos que facilitan mucho el proceso de diagnóstico de disfunciones visuales. La digitalización de los procesos, muy común en otro tipo de actividades, ha avanzado en muy poco tiempo, hasta el punto que, nunca antes como ahora, pueden realizarse diagnósticos de una gran precisión. En las consultas, la aplicación de estas técnicas nos permite destinar menos tiempo a diagnosticar, y más a las terapias para mejorar la salud visual de nuestros pacientes. La precisión que se obtiene, por ejemplo, en la medición de los movimientos oculares, comprobar como utilizando la realidad virtual puede afinarse el diseño personalizado de lentes progresivas, o como en poco tiempo podemos obtener datos que son clave en el diagnóstico, además de detectar patologías, resulta fascinante para quien viene de la época analógica. Hoy parece que lo que hacíamos no hace muchos años atrás fuera pura artesanía.
En terapia visual ya hace tiempo que usamos las nuevas tecnologías para el tratamiento de diferentes disfunciones. Programas informáticos diseñados para la mejora de aspectos de la visión como la binocularidad, los movimientos oculares, la coordinación ojo-mano u otros aspectos importantes de la salud visual ya son habituales en nuestras consultas, de igual modo que lo es la realidad virtual, que nos permite a los optometristas prescribir juegos para los niños con los que mejoran sus habilidades visuales de un modo mucho más ameno. Quizás lo mejor de este proceso haya sido el hecho que, en los equipos de diseño de muchos de estos productos tecnológicos han participado optometristas, lo cual resulta una garantía en lo relativo a su efectividad.
Los avances de los últimos años han sido importantes y, tras la visita al certamen optométrico de Madrid, la pregunta es hasta dónde podrán llevar estos cambios, que tanto pueden contribuir a la mejora de nuestros pacientes.