Lateralidad Visual. Tenemos dos manos, pero escribimos mucho mejor con una de ellas. Tenemos dos pies, pero chutamos mejor una pelota con uno de ellos. La mayoría de la población es diestra o zurda, según qué mano o qué pie utilizamos mejor. Del mismo modo que tenemos una mano o un pie dominante, tenemos uno de los dos ojos que utilizamos más que el otro.
Cuando miramos por un tubo o cuando observamos las formas del interior de un caleidoscopio, inconscientemente lo hacemos colocando el tubo o el caleidoscopio en el ojo dominante. Dicho de otra forma, también somos diestros o zurdos cuando hablamos de los ojos y, en general, de la visión.
Esta característica del cuerpo humano está relacionada con el hecho que tenemos dos hemisferios cerebrales. Nuestro cerebro es simétrico. Nuestro cuerpo tiene partes anatómicas pares y simétricas. El hecho de tener dos lados no evita que se utilice preferentemente una de ellas en detrimento de la otra. Es lo que entendemos por lateralidad: la distribución ordenada de las funciones de los dos hemisferios, de modo que permite, por ejemplo, tener unas referencias claras del espacio y de la dirección para procesar correctamente los códigos alfa-numéricos y, por lo tanto, tener un nivel adecuado en lecto-escritura.
El proceso de lateralización permite que las diferentes etapas motoras y visuales discurren y maduran paralelamente. Si en el aspecto motor vemos como el niño empieza a arrastrarse, después a gatear y finalmente a andar, lo que se observa es cómo va pasando de la etapa monolateral (los dos lados funcionan de modo independiente y sin coordinación) a la bilateral (los dos lados trabajan coordinados), hasta completar el proceso de la lateralidad y la definición de la preferencia manual (diestra o zurda). Desde el punto de vista visual, el niño pasa por la etapa monocular a la binocular hasta establecer el predominio visual.
El proceso de lateralización, que se produce durante los primeros años de vida del niño, no siempre culmina con éxito. Existen trastornos de la lateralidad que provocan problemas que dificultan el desarrollo normal del niño y su relación con el entorno. Estos trastornos se traducen en la aparición de actitudes de inseguridad o problemas psicomotrices que generan irritabilidad o desequilibrio emocional.
Para un correcto diagnóstico de la lateralidad es preciso evaluar todas las etapas pre-laterales y hacer una evaluación optométrica completa de las habilidades visuales y de procesamiento y observar si las dominancias visuales están bien integradas con el resto de órganos periféricos. En definitiva, se trata de comprobar si somos diestros o zurdos con la mano, el pie, el oído y la visión. Si todo está bien integrado (si todas las partes son diestras, por ejemplo) podremos concluir que el niño está bien lateralizado. Hablamos de trastornos de lateralidad cuando, por ejemplo, somos diestros con la mano y nuestro ojo dominante es el izquierdo.
Estos trastornos pueden tratarse y, de hecho, la optometría es una parte importante en el tratamiento de este tipo de trastornos.
En los cursos sobre lateralidad que organizamos desde el Aula de Formación profundizamos sobre el desarrollo de la lateralidad, la lateralidad visual, sus trastornos y su tratamiento.