Un ojo miope es incapaz de enfocar correctamente los objetos lejanos, que se ven borrosos y poco definidos. Además de gafas y lentes de contacto, existen otros medios para corregir este defecto visual.
En el proceso de visión normal, los rayos de luz que penetran en el ojo sufren un proceso de refracción a través de la córnea y el cristalino. En este proceso, los rayos son enfocados exactamente en la retina, lo que provoca la visión nítida y la perfecta percepción del objeto.
Sin embargo, en el ojo miope, el proceso de refracción se encuentra alterado, lo que provoca que la luz se enfoque justo delante de la retina. Cuanto más alejado de la retina sea el proceso de enfoque respecto de la retina, mayor dificultad existe de percepción de la imagen (más dioptrías). Esto es debido principalmente a dos posibles causas:
– Que la córnea esté demasiado curvada.
– Que el globo ocular sea demasiado grande.
Origen de la miopía
La miopía presenta un componente genético claro, transmitiéndose de forma dominante de padres miopes a hijos; no obstante, esta alteración de la visión puede aparecer en personas carentes de historial de miopía familiar, así el origen puede ser:
Patológico: determinadas enfermedades pueden desencadenar de forma temporal (pseudomiopía) o definitiva la aparición de miopía. Es el caso de ciertos tipos de cataratas (pérdida de transparencia del cristalino que altera el proceso de refracción del rayo de luz), queratoconos (alteración anatómica de la córnea por la cual esta es más delgada y protuberante hacia fuera, lo que altera el proceso de refracción de los rayos de luz), diabetes tipo 2, etcétera.
Medioambiental: no se encuentra plenamente demostrada una relación directa entre la aparición de esta afección y el desempeño de labores que exijan la cercanía constante al ojo del objeto a tratar durante toda la etapa de desarrollo del niño.
Tóxico: el consumo de determinadas sustancias puede provocar alteraciones pasajeras o definitivas en el proceso de visión.