La excelencia de una persona necesita de la habilidad de imaginar lo que puede ser y en la determinación de hacer de esta visión una realidad (Berché-Silverman en Denver 1987).
La cuestión radica en saber si tales características son innatas o precisan del aprendizaje de los padres.
Un fuerte deseo de perfección se manifiesta precozmente en la vida de muchos individuos con alta capacidad intelectual, y con talentos excepcionales y equilibrio emocional. Según la teoría del liderazgo emocional de Dabrowsky hay un tercer factor que juega en todo esto un papel crítico: el factor autónomo, el cual emerge como unas acciones individuales hacia el perfeccionismo interno y la autodisciplina. La teoría de Dabrowsky comienza con la sustitución del “¿Qué es”?, por el “que se debe ser”.
La excelencia en educación puede ser un ideal universal, pero es un objetivo personal sólo para unos pocos. El logro de la excelencia empieza con una visión de lo que es posible. Esta visión no visita a cualquiera, sino que selecciona a los más fértiles terrenos para su desarrollo.
¿Qué criterios usa?
Capacidad intrínseca, seguridad, sensibilidad, empatía… Sin embargo igualmente se necesita receptividad emocional, y una buena disposición para abrazar esta visión y dedicarla a uno mismo.
Feldman en 1982 señaló que “el logro de la excelencia es el resultado de converger numerosos factores hereditarios, y de fuerzas de desarrollo y del ambiente. En el apartado de desarrollo señala que hay unas fuerzas universales (físicas, cognitivas y desarrollo moral) en las cuales el ambiente juega un papel pasivo; y fuerzas no universales (música, escritura, etc…) en las cuales los factores ambientales juegan un papel decisivo.
“La búsqueda de la excelencia NO es una competición con los demás, tampoco está alimentada por un deseo de reconocimiento. Es un trayecto personal hacia las más altas esferas de la existencia”
Si, en general clasificamos todas las formas de acción como propensiones de un lado y como ideales de otro; el sensualista nunca habla de su conducta como el resultado de una victoria sobre sus ideales, pero el moralista siempre habla de su victoria sobre sus propensiones.
La búsqueda de la excelencia NO es una competición con los demás, tampoco está alimentada por un deseo de reconocimiento. Es un trayecto personal hacia las más altas esferas de la existencia, un trayecto que enriquece a uno mismo y al mundo completando su generosidad. Es el crisol que purifica el espíritu, la manifestación del anhelo vital para la evolución. Silverman-Berché en Denver 1987)
Javier Berché, médico pediatra especialista en Altas Capacidades.
Javier Berché imparte un curso en el Aula de Formación: El abordaje de alumnos con altas capacidades: