La Gioconda es quizás el cuadro más famoso del mundo. Obra de Leomardo da Vinci, el retrato causa fascinación por algunos de sus detalles, especialmente la sonrisa y la mirada de la protagonista. Es uno de los cuadros que produce un efecto visual sobre el espectador: lo mires desde dónde lo mires, te da la sensación que la Mona Lisa te está mirando. Y si, estando ante la pintura, te desplazas de un lado a otro manteniendo la vista sobre su mirada, te da la sensación que la mujer te sigue con sus ojos. ¿Por qué ocurre?
Este fenómeno no ocurre en todos los cuadros.
En 2002, Abraham Tamir estableció lo que se conoce como el Principio de la Mirada de Mona Lisa, que podemos describir así: Si un elemento en una pintura está encarado hacia el observador desde cierta dirección, el elemento se girará hacia el observador desde cualquier dirección en que lo esté contemplando. Sin embargo, si el elemento no está encarado hacia el observador desde una cierta dirección, nunca se girará hacia él. Dicho de otro modo: si fuera una fotografía, si el personaje retratado mira al objetivo (el observador), la imagen dará la misma sensación que Mona Lisa. Si no mira al objetivo, el fenómeno no puede producirse.
Lo que ocurre es que nuestro cerebro “mueve” la imagen para cada dirección desde donde observamos el cuadro. Otra vez, el cerebro, que es quien procesa e interpreta lo que vemos.
Un artículo publicado por Tamir (Universidad Ben Gurion de Israel), y Francisco Ruiz Beviá, de la Universidad de Alicante, hicieron una prueba con la misma Gioconda como protagonista: Cambiaron la posición de las pupilas, de manera que la mirada no se dirigía directamente al observador. La Mona Lisa dejaba de mirar al espectador.
Aquí vemos a la Mona Lisa tal cual fue pintada por Da Vinci:
Y aquí, con las pupilas cambiadas por los autores del artículo:
En la segunda versión, Mona Lisa pierde bastante de su encanto original. Sus ojos, su mirada, son una de las claves de la “magia” de la pintura del genio italiano.